martes, diciembre 11, 2007

Sesquicentenario de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones

La R.·. L.·. S.·. Estrella de Tucumán nº 71 del Or.·. de Tucumán desea, mediante este canal, saludar a todos los HH.·. MM.·. esparcidos por la faz de la Tierra en conmemoración por el Sesquicentenario de la Institución Masónica en la República de Argentina, representado por la creación de la G.·. L.·. de la A.·. de LL.·. y AA.·. MM.·.

Vall.·. de San Miguel de Tucumán, Noroeste de la Argentina
Undécimo día del décimo mes M.·., año seis mil y siete de la v.·. l.·.

T.·. A.·. F.·. en S.·. F.·. y U.·.


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«150 años del Supremo Consejo del Grado 33º para la República Argentina. Queridos Hermanos:El Supremo Consejo del Grado 33º para la República Argentina celebrará, en los días 11,12 y 13 de septiembre de 2008, el Sesquientenario de su Instalación, fecha que se adoptó ajustándose al Certificado de Reconocimiento de este Cuerpo Soberano, por parte del Supremo Consejo del Grado 33º de la República Hermana del Uruguay. Estudios posteriores a la elección de esta fecha, realizados sobre los primeros Libros de Actas del Supremo Consejo han arrojado nueva luz sobre los orígenes del mismo; sobre su Instalación y sus primeras Autoridades, lo que determina con precisión el aniversario de su creación con aterioridad al reconocimiento del Uruguay. La primer Acta data del 27 de marzo de 1857, y refiere a la Exaltación al Grado 33º del Il:.H:. Miguel Valencia, quien el 7 de abril de ese mismo año: 1857, es designado como Soberano Gran Comendador de este Alto Cuerpo.El Supremo Consejo del Brasil notifica el 1º de junio de ese mismo año, el otorgamiento de la Carta Patente, la que se encuentra datada el 12 de junio de 1857. Días después, el 23 de junio del mismo año, es Instalado el Il:. Y M:.P:.H:. Miguel Valencia Grado 33º, como Soberano Gran Comendador. Posteriores disensos entre las Autoridades originaron que el día 1º de abril de 1858 se Re-constituyera el Supremo Consejo del Grado 33º para la República Argentina, y que el día 27 de ese mismo mes y año, fuera instalado como Soberano Gran Comendador el Il:. Y M:. P:. H:. José Roque Pérez Grado 33º; recibiendo del Supremo Consejo del Uruguay una nueva Carta Patente extendida el 13 de septiembre de 1858, en base a la cual se fijó la fecha del Sesquicentenario alterando de este modo la real data de Constitución de este Magno Cuerpo, según los registros historiográficos existentes en sus Libros de Actas.»

Artículo para el Certámen de Simbolismo de la G.·. L.·. A.·. LL.·. AA.·. MM.·.

Este trabajo fue presentado por el H.·. Marcelo Villalba de la Resp.·. Log.·. Estrella de Tucumán n° 71 con motivo del certámen literario organizado por la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones en conmemoración del Sesquicentenario de su fundación.

  • Título: REFLEXIONES SOBRE LA REGLA DE 24 PULGADAS
  • Autor: M.·. V.·.
  • Fecha: Septiembre-Octubre de 2007 e.·. v.·.

« Sobre la Regla de 24 pulgadas, que junto con el mallete y el cincel, constituyen las tres herramientas que nos son dadas en nuestra iniciación para la medición y el pulido de nuestro espíritu, de nuestra conciencia y de nuestras acciones consecuentes, ya han hecho mis hermanos masones esparcidos por la faz de la tierra innumerables consideraciones respecto de su significado y de su valor simbólico como representación del tiempo y su alusión directa a las 24 horas del día. De cómo es referencia de aspectos comparativos tanto cuantitativa como cualitativamente. Del modo en que nos permite medir nuestros avances en los trabajos y reflexiones masónicas. Y de cómo nos permite organizar nuestro tiempo para el mejor desarrollo de nuestras tareas y reflexiones.

Como símbolo del tiempo la Regla de 24 Pulgadas también podría ser considerada como la medida de la conciencia individual y social. Diríamos que el tiempo es el principio ordenador que nos permite asignar a todas las entidades de la conciencia ( sentir, pensar, preguntar, decidir, etc.), de modo que la conciencia del tiemposería la forma más clara de autoconciencia. En palabras de Samuel Schkolnik “el tiempo es lo que la conciencia experimenta cuando no experimenta otra cosa que si misma”.

Desde esta perspectiva podemos recordar a Henri Bergson quien sostuvo que “A quien no sea capaz de darse a sí mismo la intuición de la duración constitutiva de su ser, nada se le dará nunca, ni los conceptos ni las imágenes”. Esto nos obliga a emprender y recorrer el camino de búsqueda interior que nos acerque simultáneamente a nuestra profundidad más intima y a los límites exteriores de universo en el cual deviene incesante nuestra conciencia temporal.

Nos encontramos aquí en la encrucijada de un camino que nos ofrece la rápida respuesta de las definiciones conceptuales y analíticas, las que son de tan fácil comprensión y aceptación para nuestra inteligencia práctica en la que partimos de un punto fijo, “la cosa dada” y arribamos a otro punto igualmente fijo “la cosa definida”, ya que “el espíritu tiene una irresistible tendencia a considerar como más clara la idea que le sirve más a menudo”. O la que nos exige tomar la inestable actitud de búsqueda de lo interior y sustancial de las cosas y personas desde el movimiento, obligándonos a situarnos en la duración a lo cual se llega sólo a caballo de las capacidades intuitivas.

En su origen la palabra tiempo, derivada del latín tempus, se escribía igualmente en las formas singular y plural como “tiempos” esto nos daría un primer indicio sobre la naturaleza social del tiempo ya que las formas de percepciones eran indiferenciables por su número gramatical.

Concientes de que la significación de un poema no está en la formas de las letras que lo componen ni en la sumatoria de las palabras que se suceden en sus líneas recurriremos a ellos apelando a la capacidad que ya demostraron en transmitir sus sentidos desde lo que en realidad no está escrito.
Encontramos en los versos que Amado Nervo escribió bajo el título de “El desfile” una aproximación en este intento de transmitir desde lo sugerente e interrogativo, recursos que nos muestran claramente la naturaleza esquiva, que la realidad presenta a las definiciones taxativas cuando nos situamos en el plano de lo social. Claro que creemos que la limitación no está en los hombres o en las realidades sociales que intentan definirse, sino por el contrario, se halla en los métodos y herramientas con los que cotidianamente hacemos el intento de captación y aprehensión de los mismos. Estos versos nos dicen:

Asisto a un desfile perpetuo. Yo soy
Parte del desfile. Con la especie voy
Marchando, y a un tiempo la veo pasar,
¿Somos uno? ¿Muchos? ¿el espectador
mira con los ojos de todos?

El poeta nos describe nuestra asistencia y pertenencia “perpetuas” quizá indicando la imposibilidad de que haya sido, sea o fuere de otro modo ya que la duración de la “marcha” nos impone la idea de un movimiento que no ha comenzado y que, sin detenerse, no cesará jamás. Las preguntas sobre la unidad o multiplicidad de nuestro ser y el modo en que compartiríamos o no la mirada sobre nosotros mismos nos exige la búsqueda de un punto de coincidencia a partir del cual podamos establecer el modo en que se producen las experiencias de nuestras duraciones y el modo en que esas experiencias se inter-relacionan. Una especie de cogito aunque de naturaleza dialógica que se construya y se desarrolle en la misma intersubjetividad experimentativa.

Con Bergson diríamos que “...la filosofía no consiste en elegir entre conceptos y en tomar partido por una escuela, sino en buscar una intuición única desde donde descender con igual facilidad a los diversos conceptos ya que nos hallaremos por sobre las divisiones de las escuelas”.

Así, la vida se muestra ajena a las categorizaciones e individualizaciones que podrían darse como resultado de una visión espacio-temporal en la que el componente espacial de dicha perspectiva nos impide aprehender de un modo absoluto el interior de sí misma, el que sólo se consigue cuando nos ponemos en la pura movilidad de la duración cuando experimentamos “lo real de nuestra esencia que es el flujo, la continuidad de transmisión, el cambio mismo, que es indivisible y sustancial”. Pero esa indivisibilidad alcanza al total de la vida subjetiva e intersubjetiva, a cada uno de los seres humanos, a todos nosotros y a nuestras interacciones. El incesante flujo atraviesa no sólo a un individuo constituyendo esa duración un impulso creador (evolución creadora) sino que también continúa en su trayectoria hacia los otros individuos y ocupando plenamente el ámbito (no espacial) en el cual se desarrollan el intercambio de las emociones, de las sensaciones, de las experiencias, no solamente de las reales, sino que en ese impulso hay también creación perpetua de posibilidad. “...una evolución cuyas partes se interpenétran...”.

La intuición única de la que nos habla sería tal cuando alcance, justamente, el grado de universalidad dado por el hecho de ser compartida por y con todos. Independientemente del nivel de conciencia práctica que los seres humanos tengamos respecto del modo en que compartimos esa unicidad.


“La vida no entra en la categoría de lo múltiple, ni en la de la unidad, y que ni la causalidad mecánica, ni la finalidad nos dan una traducción suficiente del proceso vital. Luego por la comunicación simpática que se establecería entre nosotros y el resto de los seres vivientes, y por la dilatación que operaría en nuestra conciencia, nos haría penetrar en los propios dominios de la vida, que es compenetración recíproca, creación proseguida indefinidamente”.
Y agrega Bergson
“La experiencia intuitiva por antonomasia es la de nuestra persona en su fluencia por el tiempo. Nuestro yo que dura”,

En principio estaríamos de acuerdo en que la experiencia de “nuestro yo” que dura es la experiencia intuitiva por antonomasia, ¿quién podría traducirnos esa experiencia tal y como es, sino nuestra propia capacidad de aprehender? Sin embargo la diferencia de interpretación de esta frase-tesis está dada por lo que entendamos por el par léxico “nuestro yo”. Quizá no sea del todo azarosa esa conformación semántica en la que “nuestro” le da, indudablemente, un grado de pluralidad al “yo”, que de este modo dejaría su condición de aislado solus ipse, para transformarse en un yo plural. Esto, planteado así, nos permite imaginar un nuestro-yo o también un yo-nuestro que abarcaría, en un acto, el entero mundo de las subjetividades humanas en el incesante juego de las interacciones cuyo ámbito fáctico es precisamente el tiempo.

Quizá el poeta que más bellamente hay expresado el modo en que el tiempo es condición de la existencia de una sociedad, pero también la existencia de la sociedad determina en cada caso la forma del tiempo, este estatuto de gozne entre lo objetivo y lo subjetivo que posee el tiempo dado por propia esencia, sea Jorge Luis Borges cuando dice en su Nueva refutación del tiempo:
El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume pero yo soy el fuego. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges.

Marcelo Villalba »